IPFS Ricardo Valenzuela

Reflexiones Libertarias

Ricardo Valenzuela

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¿IZQUIERDA MILAGROSA? ¡LA JOE FRAZIER!

REFLEXIONES LIBERTARIAS

¿IZQUIERDA MILAGROSA? ¡LA JOE FRAZIER!

Ricardo Valenzuela

Después del circo, maroma y carpa, protagonizado ayer noche en el Congreso de la Unión, solo tengo unas preguntas. Esa manada de enrabiados yaquis con el bacanora rebosando hasta la seña vieja ¿Es la misma desfilando en las filas de los macheteros de Atenco? ¿La que incendiara y saqueara ese mismo recinto? ¿Los que lo invadieron, estilo indio Fernández, armados y a caballo? O, tal vez ¿rezagos de los que hicieron se cancelara la carrera del Gran Premio de México en 1970?

Pregunto porque, tal vez por una de esas jugarretas que a veces nos sirve el destino, el día de ayer me encontraba en EU acompañado del mismo grupo de inversionistas con los que, hace unos años, a través de la televisión, presenciara el primero de esos ataques al Congreso. Fue entonces que, ante su pánico e incredibilidad, no tuve argumentos para evitar la cancelación de nuestro viaje exploratorio para posibilidades de inversiones y, como dijo el Piporro, sólo repetían; “otra vez será.”

En esta ocasión, después de años de terapia calmatoria, de nuevo nos encontrábamos frente al televisor esperando el mensaje del presidente cuando, en algo semejante a las cargas de Tetabiate, esta pandilla de cavernarios se apodera de la tribuna del recinto, e increíble, protestar “contra la violación de sus derechos ciudadanos.” El presidente, sin informar a la nación, lo abandona ante el asombro, no solo de México, de la comunidad internacional. En esos momentos, mi cerebro me gritaba el protagonista no podía ser México. Tal vez Mozambique, Uganda, Sierra Leona no México, pero tristemente era mi país.

Mi país en el cual hasta los de la derecha son de izquierda y ahí, en el recinto del Congreso de la Unión, presentaban la configuración de su elemento: “Una manada de mulas desbocadas con la cola cuajada de huachaporis.” Cómo entender entonces que, ante la afirmación de Felipe, “lo voy a rebasar por la izquierda,” se producía un orgasmo viajando desde las oscuras covachas de los viejos comunistas, hasta las oficinas de políticos, empresarios e intelectuales de la derecha, ah, pero con una gran conciencia social.

Y es que para nuestros compasivos y también para nuestros apejendejados, AMLO mantenía un tesoro; el diagnostico y la cura del gran problema del país, la pobreza. Sin embargo, nuestros médicos sociales no identifican el por qué de la pobreza y, aislando sólo el síntoma, no llegamos a detectar la verdadera enfermedad y, así, los tratamientos son como los de ayer. Para ellos, la receta es zambullirnos, a como de lugar, en una izquierda “cool, moderna, transformada” y, magia, logramos tranquilidad de conciencia y solucionamos lo que ellos identifican como el problema.

La pobreza, es manifestación de las graves enfermedades que el país ha padecido durante siglos y no han permitido la creación de lo opuesto; riqueza. Surgen luego los gritos de sus repartidores sin entender, no se puede distribuir lo que no existe. Warren Buffet, el segundo hombre mas rico del mundo, para regalar su enorme fortuna, primero tuvo que crearla.

La enfermedad de México, es la producción masiva de gente con el perfil de AMLO y su grupo de pandilleros secuestrando el congreso. Esa enfermedad que iniciara su incubación desde la era colonial cuando en 1552, Bartolomé de las Casas, esgrimiendo sus Treinta Proposiciones Jurídicas, le diera vida al mexicano resentido, víctima, el ser indefenso que requería de esa ayuda, infinita y eterna, de parte de un estado que mantenía la bolsa de los dulces para el reparto.

Una enfermedad que se remonta hasta el acta de independencia promulgada en 1821 bajo un Imperio, no una Republica Federal. O, antes puesto que, El Decreto para la Libertad de la América Mexicana confeccionado por Morelos en 1814 y de tinte liberal, era archivado por el imperio. Y así, durante los siguientes 25 años, la nación tendría siete constituyentes pariendo una Acta Constitutiva, tres Constituciones, un acta de Reformas, golpes de estado, cuartelazos, planes revolucionarios, manifiestos y de cuanto el ingenio pudo echar mano para promover el desorden y la anarquía.

Si realmente queremos identificar la enfermedad del país, vayamos a la historia que nos dará el diagnostico. Nos dirá, cómo las ideas liberales de Ponciano Arriaga, padre de la Constitución de 1857, se perdieron en las oscuras páginas de luchas intestinas, de pérdida de soberanía, de territorio y, lo más triste, de oportunidades. Nos dirá, cómo fue que transitamos del enunciado constitucional de 1857: “Reconocemos el derecho de propiedad como un valor inviolable. Si presentan abusos, los desterraremos, pero destruir ese derecho, no sólo es una temeridad, es imposible.” Al enunciado actual: “La propiedad está sujeta al bien común.” Es decir, no existe.

Nos señalará las diferencias entre esas dos cartas constitucionales cuando, la de 1857, en su artículo I, reconoce los derechos del hombre como la base y objeto de las instituciones y, en especial, el artículo III que garantizaba la enseñanza fuera libre. Mientras la que hoy día rige nuestros destinos, aniquila al individuo a favor de una sociedad anémica, marchita y resentida. Nos dirá cómo en aspectos de educación, el constituyente de 1917 obligaba el que la enseñanza nacional fuera socialista y, aun cuando fuera después eliminada del cuerpo de la carta, permanecería enraizada para producir las cosechas presentes, vergonzosamente exhibidas ayer en el congreso.

Felipe, en tu entrevista con Adela Micha, con nítida claridad definiste tu visión para México, tus ideales, tu carácter. Cuando, al acribillarte con la pregunta ¿liberal o conservador?, Sin titubeos respondías, liberal. Pero liberal de las huestes de Luís Montes de Oca, Rabasa, Octavio Paz, no del jacobino mexicano del siglo XIX, del Porfirista impregnado de positivismo, tampoco de la caricatura neoliberal de hace solo unos años. Liberal de los que entienden el hombre tiene derechos naturales heredados de su creador, y son anteriores al estado: a la vida, a la libertad, a la propiedad.

Asumiendo la presidencia, protégelos con la ley en la mano y sin coordenadas políticas, sin zonas postales de ideologías deformadas, en la libertad, bajo el manto de un estado de derecho procurando justicia e igualdad ante la ley. Pero en especial, cultiva el campo para que germine en oportunidades para todos, sin aristocracia ni plebecracia (como la de ayer), solamente le meritocracia y, así tu presidencia, sin puntos cardinales y como lo acabas de afirmar, será impulsada por los mismos mexicanos. Acude firme a tu cita con la historia, pues ya pronto te estará llamando.

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